El pequeño y turbador cuadro fue pintado por Frida Kahlo en 1932 tras sufrir uno de los episodios más dolorosos de su vida: la pérdida de su hijo -cuyo padre era el pintor Diego Rivera– durante un mal parto, que le privó además de poder concebir nuevamente y convertirse en madre.
La materialización de este cuadro fue su mejor terapia para sobrellevar la frustración que le provocaban los problemas físicos a causa de un accidente que sufrió en su juventud y su imposibilidad de concebir a causa de una malformación congénita de útero.
En el cuadro se representa a sí misma sobre la cama del hospital, desnuda sobre unas sábanas manchadas de la sangre del aborto.
A su alrededor coloca una serie de elementos dispersos sin aparente relación entre ellos que ha llevado a muchos estudiosos a catalogar la obra como surrealista.
Sin embargo, y al igual que en otras obras de la artista, estos objetos si tienen un significado.
Estos elementos son una evocación de una tradición puramente mexicana: los exvotos, pinturas tradicionales mexicanas encargadas por creyentes que piden un milagro o agradecen el cumplimiento de otro.
Gracias a estos exvotos pensaba Frida que alejaría su penas y llevaría mejor el dolor y desespranza que le causaba su desgracia, que es el verdadero tema de la obra.
Los seis objetos están conectados con Frida por medio de unas cuerdas rojas que agarra con su mano y que parecen venas, parecidas a las que pintó en su obra “Las dos Fridas“.
El significado de todos ellos está relacionado con la sexualidad y el aborto: en la parte superior encontramos un esquema de un abdomen femenino que representa las estrecheces de su útero que le impedían concebir un hijo, un feto masculino que representa a su hijo muerto y un caracol, símbolo que en las culturas precolombinas estaba asociado a la fecundidad y la sexualidad femenina.
En la arte inferior encontramos un máquina que como objeto industrial que es representaría la realidad que estaban viviendo en la ciudad del automovil, desligando su tragedia de cuestiones divinas, una orquídea violeta como las que le llevaron al hospital durante su convalecencia, que representa el ciclo de la vida y el poder imparable e incontrolable de la naturaleza y finalmente un hueso pélvico que nos remite al accidente de tranvía que dejó impedida a la artista durante toda su vida.
Estos elementos flotan en el espacio en una escena que tiene como fondo un paisaje con una línea de horizonte sobre la que se “recortan” las siluetas de las fábricas de la ciudad de los automóviles Ford, patrono del hospital en el que sufre el aborto, a donde fueron Diego y Frida para que éste pintara su famoso mural en el Instituto de Artes de Detroit entre 1932 y 1933.
texto de Ricardo Peñalver García