“El instante en que dejé de escuchar el latido de mi hija Ania, cuando estaba embarazada de 17 semanas, partió mi vida en dos: de la ilusión pasé a la desesperación; de repente, mi amor se quedó huérfano de hija.

Las horas, días y meses que siguieron a ese instante no hicieron sino recrudecer mi dolor.

Tras la noticia, los profesionales médicos que me atendieron me aconsejaron ir a una clínica abortista, donde estuve sola y en un ambiente que no era el mío. Nadie me preguntó cómo me sentía.

Busqué consuelo en mi entorno, pero no siempre fue fácil hablar de mi pérdida. Y tampoco encontré la ayuda que necesitaba ni en los médicos ni en las entidades.

Tras demasiados meses perdida en el limbo, descubrí mi camino de sanación compartiendo mi historia, hablando de ello en voz alta, dándole voz a la pena y reclamando la atención afectiva que requieren las mujeres que han pasado por una pérdida gestacional.

Primero, explicando mi historia en el cortometraje “Ania”. Ahora, impulsando esta asociación como un espacio de encuentro, donde expresar y compartir el duelo perinatal. Y siempre, luchando porque la sociedad normalice este dolor y se generalice su acompañamiento”.