BLANCA

Quería agradecer esta iniciativa porque da visibilidad a un hecho que pasa mucho más de lo que pensamos y a menudo queda en la sombra, sin salir a la luz. El hecho de compartir es sanador, con lo cual quiero expresar mi gratitud hacia el proyecto.

Os explico la experiencia de nuestra pérdida. Pasó hace nueve años, un San Juan. Era la primera vez que buscábamos un bebé y todo parecía ir bien… Hasta que alrededor de los dos meses y poco tuve unas pérdidas. Habíamos oído hablar de ello y fuimos bastante tranquilos al hospital, a pesar de la incertidumbre. Pero una vez allí, los hechos se desencadenaron muy rápido, como si todo fuera una pesadilla.

No recuerdo la cara de ninguno de los profesionales que me atendió, pero sí las palabras y los gestos de todos ellos. Recuerdo cómo me hicieron sentir. Unos, con una empatía y humanidad generosas, me acompañaron y consolaron. Otros, con menos acierto o tacto, me hundieron todavía más en mi pena y tristeza.

El primer contacto fue con la doctora que detectó que el corazón del bebé ya no latía. No estuvo demasiado acertada emocionalmente, a pesar de que a nivel médico la explicación fue impecable: “No hay latido”, dijo. Pero la frase no fue precedida de un: “Me temo que tengo malas noticias” o “Os tengo que dar una mala noticia” o algo que nos preparara mentalmente para lo que seguía. Tampoco esperó que me incorporara y me vistiera antes de anunciarlo. Parecerá una tontería, pero cuando te tienen que decir algo así, lo asimilas peor si estás desnuda y con las piernas abiertas.

Después del choque inicial, recuerdo no parar de llorar y pensar que aquello no podía estar pasando. Cuando me vestí, la enfermera me acarició el brazo y me dedicó unas palabras tiernas. Me reconfortó y equilibró un poco el impacto y la dureza del primer mensaje. Después, un celador que me acompañó a la sala de anestesia, también me animó. Yo le dije: “¿Qué esperas? Con 36 años para el primer bebé, esto es lo que pasa… Hemos esperado demasiado y somos mayores”. Pero él me respondió: “¿Qué dices? Todavía hay tiempo, mujer”. Todo con una sonrisa y con ganas de que me sintiera bien. Me sentía fatal, pero agradecí que quisiera alentarme en un momento así.

Otro hecho que me sorprendió es la increíble medicalización de todo el proceso. En mi caso, me anestesiaron con el feto dentro y, cuando desperté, había desaparecido. No sé si hubiera querido verlo, pero me resultó (y me sigue resultando) extraño que ni siquiera se pregunte, que no haya opción de ver nada.

Para concluir con un toque de humor, os explico una anécdota que creo que recoge muy bien el hecho de que no todos somos igual de sensibles ni reaccionamos del mismo modo ante acontecimientos dolorosos: Una vez me desperté de la anestesia, me llevaron a una habitación porque tenía que pasar la noche en el hospital. Me tocó compartirla con una chica que acababa de perder un bebé; era un caso similar al mío, con la misma intervención, un embarazo poco avanzado… Pues bien. Mientras yo no podía parar de llorar, ella llamó a su hija pequeña. Y oí que le decía: “Cariño, ya sé que ahora el hermanito no llegará, pero no sufras, que te compraremos aquella chinchilla que tanto querías”. Verla y sentirla tan tranquila pese a lo que acababa de pasar, me hacía sentir más destrozada y triste.

Todo esto pasó por San Juan, como os decía al principio, así que imaginaos la situación surrealista: los petardos, los fuegos y la fiesta de fondo que se oían por la ventana, la compañera de habitación tan fresca “sustituyendo” al hermanito por una chinchilla, la enfermera que entró con un trozo de coca de San Juan y la cuña bajo el brazo para que hiciéramos pipí… Ahora, cuando lo pienso, me parece que la situación no podía ser más cómica, pero en aquel momento sentí que formaba parte de la escena de una película morbosa y de mal gusto.

Acabo como he empezado. Doy las gracias por la creación de espacios como este, donde se puede visibilizar y hablar de estas pérdidas perinatales, a menudo mal acompañadas, a menudo mantenidas en la oscuridad.

Blanca, madre de esta alma que decidió no salir al mundo, de Sofia y de Alexis.

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